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ISSN 1989-4163

NUMERO 26 - OCTUBRE 2011

Girondo a Patadas

Marcela Sabbatiello

¿De dónde surgen las vanguardias sino de la desesperación? La incapacidad de convivir con el mundo, con sus valores, provoca explosiones de ingenio: perros que pasean a sus dueños, naranjas podridas en lo impoluto de sus cáscaras, mujeres hermosas con cara de pescado, poetas hambrientos devorados por una ciudad.

Oliverio Girondo transcribió un mundo semejante y lo hizo explotar en el Buenos Aires de comienzos del siglo XX, justo ahí donde la literatura se paseaba en cómodos automóviles. Este poeta pinchó todas las ruedas del lujo, supo sublimar la agresividad y convertirla en prosa poética, para darnos de beber de nuestro pozo podrido: la contradicción.

Con su libro “Veinte poemas para ser leídos en el tranvía” (Buenos Aires, 1922) Girondo, viajero cosmopolita, desembarcó en Latinoamérica una síntesis de las vanguardias europeas. Por entonces se produjo la primera explosión y la ciudad no volvió a ser la misma: Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al sentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamas —empavesadas como fragatas— van a pasearse por la plaza, para que los hombres les eyaculen palabras al oído, y sus pezones fosforescentes se enciendan y se apaguen como luciérnagas . Oliverio encendió la mecha de esa otra poesía. No queda duda del parentesco de su obra con el movimiento ultraísta y surrealista. La marcada influencia ultraísta se puede comprobar en el despojo de ornamentos, lo sintético de sus metáforas y la recreación de lo ilógico que prima en su poesía; por otro lado, el interés por los mecanismos psíquicos nos remite directamente al surrealismo.

“Espantapájaros” (Buenos Aires, 1932) constituye otro excelente muestrario girondesco. En este libro, la vertiginosidad del escándalo, el humor negro, lo impenetrable de la psiquis, la reflexión y el sarcasmo se encuentran en su máxima expresión: A patadas con el cuerpo de bomberos, con las flores artificiales, con el bicarbonato. A patadas con los depósitos de agua, con las mujeres preñadas, con los tubos de ensayo . Efectivamente, Girondo rompió a patadas la poesía instalada, reveló sus contradicciones, asquerosidades y la humanidad de sus escombros.
Otro rasgo que no pasó desapercibido fue su lenguaje sexual explícito, lo descarnado de su expresión y el derribo de cualquier intento de disfraz: Una exudación fosforescente le ilumina el cuello, las caderas; hasta que su sexo –lleno de espinas y tentáculos– se incrustaba en mi sexo, precipitándome a una serie de espasmos exasperantes . El poeta hace referencia al amor y a su puesto privilegiado en el reino de lo absurdo, sin máscara alguna para referirse al sexo.

Quienes intuimos la belleza en el veneno sabemos que Oliverio Girondo suicidó proféticamente a nuestra generación: no hay más que asomarse a sus textos para que la cabeza nos quede convertida en cucaracha.
El pasado agosto se cumplieron 120 años de su nacimiento. Y los obstinados, con las tripas blanquecinas fuera, aún pateamos horizontes a su salud.


Oliverio Girondo, Veinte poemas para ser leídos en un tranvía (1922). Buenos Aires. [Poema Exvoto]

Oliverio Girondo, Espantapájaros (1932). Buenos Aires. Losada, 1990 [Poema 13, pág. 41]

Oliverio Girondo, Espantapájaros (1932). Buenos Aires. Losada, 1990 [Poema 17, pág. 49]

Oliverio Girondo

 

 

 

 

 

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